domingo, 17 de febrero de 2008
Física y Arte
Por Antonio Fernández-Rañada y Menendez de Luarca, Catedrático de Electromagnetismo de la Universidad Complutense de Madrid.
Hay que defender, además, una concepción estética de la ciencia, que la aproxima al arte. El gran Richard Feynmann — tan divertido — sentía una emoción profunda ante las leyes de la naturaleza, que calificaba incluso de religiosa, pero añadía “pocos de los no científicos pueden comprenderlo”. Aunque algunos sí, como el poeta portugués Fernando Pessoa, para quien “el binomio de Newton es más hermoso que la Venus de Milo”. Cuando pienso en la Relatividad General, en la Teoría Cuántica o en la Dinámica Newtoniana, siento una emoción parecida a la que me inducen la música de Bach o de Beethoven o los cuadros de Velázquez o El Bosco. A veces, juego incluso a emparejar músicos y físicos: Feynman me recuerda a Mozart, con su gracia, su chispa y su gusto por el juego, Einstein era un constructor de estructuras que avanzaba con la seguridad y el aplomo de Bach, la serenidad y el equilibrio de Faraday me recuerdan siempre a Stravinsky.
Los largos años de estudio que tenemos que seguir los científicos, con cálculos difíciles, tantas sesiones de laboratorio y el aprendizaje de técnicas complejas, se corresponden con los que tienen que seguir los músicos o los pintores. Es verdad que las horas de escalas en el piano o de dibujar repetidamente manos y narices son fastidiosas y pesadas en sí mismas. Pero se hacen emocionantes y cobran sentido, al saber que, tras ellas, vendrá la maravilla de la obra acabada. Por eso hay que ver los cálculos y las observaciones como etapas para superar un reto y, como tal, sentir su diversión.
Es un fragmento del trabajo: “ ¡La Física es divertida! Ciencia, en especial física, Facultad de físicas UCM”
Hay que defender, además, una concepción estética de la ciencia, que la aproxima al arte. El gran Richard Feynmann — tan divertido — sentía una emoción profunda ante las leyes de la naturaleza, que calificaba incluso de religiosa, pero añadía “pocos de los no científicos pueden comprenderlo”. Aunque algunos sí, como el poeta portugués Fernando Pessoa, para quien “el binomio de Newton es más hermoso que la Venus de Milo”. Cuando pienso en la Relatividad General, en la Teoría Cuántica o en la Dinámica Newtoniana, siento una emoción parecida a la que me inducen la música de Bach o de Beethoven o los cuadros de Velázquez o El Bosco. A veces, juego incluso a emparejar músicos y físicos: Feynman me recuerda a Mozart, con su gracia, su chispa y su gusto por el juego, Einstein era un constructor de estructuras que avanzaba con la seguridad y el aplomo de Bach, la serenidad y el equilibrio de Faraday me recuerdan siempre a Stravinsky.
Los largos años de estudio que tenemos que seguir los científicos, con cálculos difíciles, tantas sesiones de laboratorio y el aprendizaje de técnicas complejas, se corresponden con los que tienen que seguir los músicos o los pintores. Es verdad que las horas de escalas en el piano o de dibujar repetidamente manos y narices son fastidiosas y pesadas en sí mismas. Pero se hacen emocionantes y cobran sentido, al saber que, tras ellas, vendrá la maravilla de la obra acabada. Por eso hay que ver los cálculos y las observaciones como etapas para superar un reto y, como tal, sentir su diversión.
Es un fragmento del trabajo: “ ¡La Física es divertida! Ciencia, en especial física, Facultad de físicas UCM”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario